Nos enseñaron (mal enseñaron) que
lo más importante es estar atento a los problemas para darles solución y esta
forma de pensar se aplica a todos los aspectos de nuestra vida; a los hijos e
hijas le hacemos notar sus problemas para que los solucionen o ayudarlos a corregirlos,
las personas se organizan en sindicatos, juntas de vecinos para “solucionar
problemas” grupales de quienes lo componen. Los profesionales se configuran
como “solucionadores de problemas” al igual que los dirigentes que son los que
les “solucionan los problemas” a los otros miembros de sus organizaciones. Este
constante circuito está determinado por los que buscan soluciones y los que las
dan. Esta relación produce, inevitablemente, que los que piden soluciones se
conviertan en víctimas crónicas que viven en un pesimismo constante que se traduce
en rabia e incredulidad, y los que dan soluciones terminen cebados de poder y
omnipotencia.
Hagamos el siguiente ejercicio:
piense en un problema que esté experimentando. Ahora pregúntese por el origen
de esta situación. La primera pregunta que toda persona se hace es “porqué”, o
sea, en el “porqué” se busca la respuesta al problema, sin embargo el porqué de
un problema siempre será otro problema (no dude en comprobarlo y haga el
ejercicio). Por lo tanto los “porqués” de nuestras complicaciones siempre serán
una cadena de dificultades que se suceden hasta nuestros orígenes. Como
elemento anexo, siempre nuestros dramas tienen su inicio en otras personas o en
otras situaciones, es decir, los problemas “nos llegan” y casi nunca son
originados por nosotros. Y con esta misma lógica es que buscamos las soluciones
en “otros”.
Por un momento olvídese de sus
vicisitudes y reflexione en sus capacidades, piense en sus virtudes, en sus
fortalezas y hágase la misma pregunta; “porqué” tengo estas virtudes y
capacidades, y ese “porqué” lo conducirá a otra virtud y a otra más en una
cadena de buenas virtudes que también lo llevarán hasta sus orígenes. Y resulta
que inmediatamente se dará cuenta que esas probidades son suyas, no se las
dieron “otros” ( dirán que esto no es así
porque si usted es una persona de bien es porque fue criado de esa forma y esas
capacidades se las indujeron. Si bien eso es cierto pero finalmente es uno es
quien toma o no esas enseñanzas y, por lo tanto, es virtud propia).
Para solucionar problemas, hay
que buscar las respuestas en nuestras capacidades; en nuestras virtudes están
las respuestas. Si estamos organizados las capacidades se multiplican. Y hay
que tener siempre presente que desde que la solución es “pensada”, el problema
ya comienza a desaparecer. Una solución no es la culminación de una respuesta
sino su comienzo.
Si funcionamos socialmente de
esta forma, tendríamos una dinámica de relaciones donde los dirigentes y
dirigentas de los gremios serían los voceros y representantes de sus
organizaciones y no sus dueños, y los profesionales omnipresentes serían
facilitadores y acompañadores de soluciones compartidas. Esta es una de las
formas de “sanar” nuestra democracia, de ser dueños de un país y no clientes.
Si alguien está convencido de que “los que están en el poder” tienen que darme
o solucionarme y que esa es la única respuesta a mis necesidades, está diciendo
que es incapaz de gobernarse y deja su puerta abierta para que ingresen
autoritarismos, corrupciones y dictaduras y de eso ya estamos curtidos.
Usted, cuando goza de buena salud, cuando no
tiene ninguna dolencia física, ¿se le ocurriría ir al médico buscando asesoría
para continuar sano?... si le da sentido ir al médico estando sano, entonces
entendió perfectamente lo que queremos decir con la relación problema-solución.
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